Para Usted

Mario Gómez y González)

Político Pendenciero

chayogomezg@hotmail.com

Pendenciero, señala el diccionario consultado, es el adjetivo que califica a la persona que evidencia una propensión a las peleas y los enfrentamientos. El término deriva de pendencia, una palabra que se emplea para nombrar a las disputas o los altercados.

Pendenciero es aquel que busca pelea donde sabe que puede encontrarla. Política pendenciera es la que practican los que buscan pelea donde saben que pueden encontrarla sin atenerse a las consecuencias para todos los demás; luego entonces, ante esto, estamos ante un político pendenciero (pleitisto, en términos coloquiales).

La actitud de la persona pendenciera se evidencia ante un intercambio de opiniones. Si el sujeto en cuestión apuesta por el diálogo y, llegado al caso, respeta el punto de vista contrario aunque no exista un acuerdo, será considerado como un individuo tolerante. En cambio, si la persona incluye insultos en el intercambio verbal y luego invita a pelear a golpes a su interlocutor, podrá calificarse como pendenciera.

Cabe destacar que una discusión previa ni siquiera es motivo imprescindible antes de una agresión física. Los pendencieros pueden atacar a otras personas por tener la camiseta de un equipo de fútbol que no es el propio, por escuchar algún tipo de música que no es de su agrado o por evidenciar una ideología que no comparte. De esta forma, el sujeto pendenciero no duda en tomarse a golpes de puño con otra persona en la vía pública o en cualquier otro espacio.

Es necesario resaltar que existe un personaje histórico que precisamente fue y es conocido con el sobrenombre o apodo de “el pendenciero”. Nos estamos refiriendo a Enrique II de Baviera (951 – 995). Este descendía de Carlomagno, fue uno de los miembros de la séptima generación de esa familia y, en concreto, fue hijo de Enrique I y Judith de Baviera.

Ha pasado a los anales de la Historia además por intentar usurpar en varias ocasiones el trono de Alemania, llevando a cabo acciones tales como el secuestro del niño Otón III o llevando a cabo una rebelión en Baviera. Circunstancias estas que marcaron su vida, como también lo hizo el tiempo que pasó como prisionero durante varios años al intentar derrocar a Otón II.

Desafortunadamente, los conceptos anteriores le vienen, “como anillo al dedo”, al presidente tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, quien aún como Jefe del Ejecutivo Federal y de las instituciones de la República, insiste en mantener y aplicar su perfil o formación pendenciera que lo caracterizó a lo largo de su trayectoria política; esto es, enfrentarse abiertamente contra todo y contra todos, que osen no estar de acuerdo o desaprobar su forma de ser y de actuar.

Así las cosas y desde el seno de las mismísimas “mañaneras”, el Presidente de nuestro país, se enfrenta a diario y arremete de manera verbal en contra de quien o quienes externen sus desacuerdos por la manera que tiene de dirigir y encabezar los destinos y trabajos de nuestra nación; aun cuando la normalidad democrática hace imperativo el escuchar a todas las voces y articular los esfuerzos, sentires y anhelos de los ciudadanos, para López Obrador, cómo lo señala José Alfredo Jiménez, en su canción de “El Rey”, “yo hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley”.

En Tabasco, Andrés Manuel, se enfrentó a Leandro Rovirosa Wade; a Salvador José Neme Castillo; a Enrique González Pedrero; a Manuel Gurria Ordóñez; ni qué decir, a Roberto Madrazo Pintado, a Arturo Núñez Jiménez; a Carlos Salinas de Gortari, a Ernesto Zedillo Ponce de León, a Vicente Fox Quezada; a Felipe Calderón Hinojosa, a Enrique Peña Nieto. Lo mismo que a empresarios, intelectuales, periodistas, analistas políticos; personajes de partido y mucha gente más.

Ahora como Presidente de México y como dueño del balón y de la cancha de juego, se enfrenta a los gobernadores de los estados; a los mandatarios estatales congregados en la CONAGO; a los dirigentes partidistas y empresariales; a columnistas y medios de comunicación en general y como corolario, plato fuerte, postre y cereza del pastel, no tuvo empacho en enfrentarse al mismísimo pueblo de México, al decir, que el que no está con él (con la Cuarta Transformación), está en contra de él.

Su reciente enfrentamiento con el gobernador de Guanajuato (Diego Sinuhe Rodríguez Vallejo), en referencia a temas de seguridad en ese estado del Bajío, es un claro ejemplo de pelea desigual; una muestra de altanería pura; vaya, una pelea de box, donde un peso completo (López Obrador), se enfrenta a un peso mediano o pluma; bueno, si lo hizo con Miguel Barbosa, mandatario de Puebla y miembro de su mismo partido Morena, ¿qué más se puede esperar? ¿Y el pleito con el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez?

Cuando era político opositor, Andrés Manuel López Obrador, se enfrentaba y les tiraba a los de arriba; ahora, ya con la investidura que da el poder absoluto y el sometimiento de las instituciones republicanas a sus caprichos y ocurrencias, goza y se extasía (pareciera ser su hobby), enfrentándose a los de abajo; ¿qué importa si el ring de estos desiguales enfrentamientos sean los espacios oficiales del presidencialismo?

Y Para usted También

**¿No tendrá otra cosa mejor que hacer el Presidente de la República?Por ello, es que Andrés Manuel López Obrador, no puede llamar a la reconciliación de México; no puede convocar a un gran acuerdo nacional y suma total de esfuerzos para enfrentar los retos de nuestro país y de los mexicanos, especialmente los que se refieren a los estragos de la pandemia del coronavirus o covid 19la crisis de la seguridad pública; la crisis por la falta de empleo; por la falta de inversiones productivas; la crisis de un sistema de salud colapsado y rebasado; la crisis de la pobreza; de la falta de circulante; la crisis económica; de la educación; la crisis del agro mexicano; la crisis energética; la crisis del desarrollo; de la tristeza, del desánimo, del coraje, de la rabia; de la credibilidad; la crisis de la crisisfue todo por hoyhasta mañana Dios mediante.

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