Columna Cúspide

[Por Carlos Alberto Merodio]

“La Vigencia Sempiterna de Cervantes”

De los consejos que dio Don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien consideradas: infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que, antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recibir y a encontrar la buena ventura. Yo, que en mi buena suerte te tenía librada la paga de tus servicios, me veo en los principios de aventajarme, y tú, antes de tiempo, contra la ley del razonable discurso, te ves premiado de tus deseos. OTROS COHECHAN, IMPORTUNAN, SOLICITAN, MADRUGAN, RUEGAN, PORFÍAN, Y NO ALCANZAN LO QUE PRETENDEN; y llega otro, y sin saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron; y aquí entra y encaja bien el decir que hay buena y mala fortuna en las pretensiones.

Tú, que para mí, sin duda alguna, eres un porro, sin madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna, con solo el aliento que te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te ves gobernador de una ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo, ¡oh Sancho!, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des GRACIAS AL CIELO, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante.

Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está, ¡oh hijo!, atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto de este mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones, primeramente, ¡oh hijo!, HAS DE TEMER A DIOS, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.

Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra; por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y NO TE DESPRECIES de decir que vienes de labradores; porque, viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; Y PRÉCIATE MÁS DE SER HUMILDE VIRTUOSO QUE PECADOR SOBERBIO.

Innumerables son aquellos que, de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y de ésta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansarán. Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos honestos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen de príncipes y señores, PORQUE LA SANGRE SE HEREDA Y LA VIRTUD SE AQUISTA, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.

Si trajeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una MUJER RÚSTICA Y TONTA.

Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala, COME POCO Y CENA MÁS POCO, QUE LA SALUD DE TODO EL CUERPO SE FRAGUA EN LA OFICINA DEL ESTÓMAGO; Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra; si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mentes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso.

NO TE CIEGUE LA PASIÓN PROPIA EN LA CAUSA AJENA, que los yerros que en ella hicieres, las más veces, serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda; Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver; MISERICORDIA QUE JUSTICIA.

Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus netezuelos.

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