(Redacción)
Los sistemas agroforestales son básicamente una combinación de prácticas forestales con agricultura y/o pastoreo sobre la misma unidad de superficie
Ciudad de México a 25 de junio de 2020.- La presión creciente de la población por nuevas tierras de cultivo y una mayor producción de alimentos, está obligando a reemplazar algunos sistemas de producción por otros más estables y productivos.
Tal es el caso de la agroforestería, pues aporta grandes beneficios ambientales y socioeconómicos y en comparación con los sistemas de producción en monocultivo, los sistemas agroforestales ofrecen al campesino varias ventajas, por ejemplo:
Incrementa en forma directa los ingresos a la familia campesina, combinando cultivos con ciclos de producción más equilibrada.
Reduce los costos de producción agropecuaria.
A mediano y largo plazo, los ingresos de la producción de madera y productos no maderables, como la goma, frutas, colorantes y miel pueden ser importantes.
La agroforestería no es una práctica nueva, ha prevalecido durante siglos en muchas partes del mundo, especialmente bajo condiciones de agricultura de subsistencia, tradicional, campesina o indígena.
En la actualidad con la intención de contribuir a la solución de dos temas prioritarios – la seguridad alimentaria, así como el aprovechamiento sustentable de los ecosistemas y de la biodiversidad –, el INIFAP ha establecido módulos agroforestales, en distintas regiones del país, como una estrategia integral que permita contrarrestar los problemas de la inseguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad.
Los sistemas agroforestales pueden contribuir a la reducción de la pobreza rural gracias al incremento de la producción en los predios agrícolas y los ingresos familiares, y al mismo tiempo que aumenta la productividad y la diversidad de productos por medio de la agroforestería se contribuye a mejorar la salud y la nutrición de la población pobre de las zonas rurales.
A lo anterior se suma que los sistemas agroforestales pueden mejorar la fertilidad del suelo, proteger los cultivos y el ganado del viento, restaurar las tierras degradadas, mejorar la conservación del agua, limitar el desarrollo de las plagas y evitar la erosión del suelo.