Reserva de la Biosfera El Vizcaíno COP13

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[Redacción]

Casi todas las costas de México están sometidas al compás de las mareas. Este vaivén es un factor determinante del paisaje, pues cuando la marea sube puede alcanzar varios kilómetros tierra adentro y dejar extensas áreas completamente sumergidas, mientras que cuando baja se quedan desprovistas de agua.

La vegetación de los complejos lagunares Ojo de Liebre y San Ignacio, que se encuentran en la costa occidental de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, no son la excepción. Si bien son pocas las especies vegetales que toleran las condiciones ambientales de salinidad, alcalinidad y radiación solar extremas asociadas a semejante capricho, éstas son vitales para la producción de nutrientes, y la procuración de refugio y anidación para una gran diversidad de aves y especies marinas.

Las lagunas revisten tal importancia que cada invierno se dan cita alrededor de ellas más de 20 especies de patos y gansos migratorios. La mayoría son gansos de collar, pero también asisten a la congregación cientos y a veces miles de patos, como el copetón, el golondrino, los cabezudos y el pato boludo. Otras especies más anidan en los bordes de la reserva, como el ibis blanco, el águila pescadora, los cormoranes, y las garzas blanca, gris, flaca y roja. La riqueza de aves que llega a estas lagunas es conocida desde hace décadas, es por eso que desde 1972 se les declaró refugio de aves acuáticas migratorias.

Sin embargo, sus atributos no terminan ahí. La fauna marina consiste de especies marinas de importancia pesquera, como las almejas chocolata (Megapitaria squalida) y mano de león (Lyropectec subnudosos), ostras, langostas, peces como la curvina y varias especies de tiburones y algas. Aunadas están las que son de atractivo turístico, como las tortugas marinas, la foca común y los lobos marinos, aunque la que imanta al turismo con su carisma es la ballena gris.

Como otras especies de cetáceos, la ballena gris tiene una constitución aerodinámica que facilita su desplazamiento, una cualidad imprescindible para una andariega que se alimenta de anfípodos y poliquetos en los gélidos mares de Chukchi y Bering, al norte del continente americano, para después viajar diez mil kilómetros a las apacibles aguas de las lagunas de San Ignacio, Ojo de Liebre y Bahía Magdalena, en Baja California Sur, donde nace y cría al único hijo que gesta durante 12 meses.

Estos cuerpos de agua son excelentes guarderías, porque la salinidad del agua favorece la flotabilidad, lo que facilita la crianza mientras los pequeños aprenden a nadar, a la par que la profundidad mantiene lejos a sus predadores. Al nacer, los ballenatos pesan apenas media tonelada, pero bajo un régimen a base de leche elevada en grasas (53 %) en tres meses tienen la suficiente corpulencia como para comenzar, bajo la mirada acechante de su madre, su primera aventura hacia los mares del norte.

En su recorrido tanto de ida como de vuelta, la ballena gris permanece próxima a la costa, una conducta que facilita su avistamiento, pero también su caza, la cual la condujo hasta casi el exterminio en el xix por parte principalmente de embarcaciones norteamericanas, como aquellas de Charles Melville Scammon. Más adelante, de 1917 a 1936, México acordó con empresas nacionales y extranjeras la captura y explotación de ballenas, así como el establecimiento de plantas industrializadoras de aceite. Sin embargo, poco antes, en 1933, nuestro país se incorporó a la Convención Relativa a la Reglamentación de la Caza de Ballenas y, en 1949, tres años después de su creación, se adhirió a la Comisión Ballenera Internacional, cuyo nacimiento ha tenido por objeto la conservación de las ballenas y el ordenamiento de la industria alrededor de ella.

Por aquel tiempo, a nivel internacional, se gestó un movimiento de conservación de las ballenas, dentro del cual México fue pionero al declarar en 1972 zona de refugio la laguna Ojo de Liebre. En 1979 le sigue la laguna San Ignacio y para 1980 se añaden Guerrero Negro y Manuela. Finalmente, en 1988, se crea la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, y en 1993 son declaradas las lagunas Ojo de Liebre y San Ignacio como Patrimonio de la Humanidad por la unesco.

A pesar de que el turismo de observación de ballenas en las lagunas de reproducción se remonta al inicio de la década de los setenta, los viajes se ofertaban desde San Diego con todos los servicios incluidos, por lo que en poco se beneficiaba el comercio local. Como resultado, en 1980 las nuevas regulaciones forzaron a que se usaran pangas locales para involucrar a los pobladores residentes en la industria. En el año 2000 se publica la Norma Oficial Mexicana nom-131-ecol-1998 que estipula los lineamientos de conservación y protección para las actividades relacionadas con el avistamiento de ballenas. En el 2002 se reforma la Ley General de Vida Silvestre para impedir el aprovechamiento extractivo de cualquier mamífero marino, sea de subsistencia o comercial, excepto aquellos destinados a la educación y a la investigación científica.

Testimonios

Para Celerino Montes, subdirector de la Reserva de la Biosfera el Vizcaíno de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (conanp), sin socios no hay conservación, pues a la larga los ecosistemas protegidos no habitados se deterioran, y lo que le interesa a la conanp es tener un buen número de socios que poco a poco entiendan la importancia de conservar la biodiversidad en las dos lagunas principales donde se tiene el avistamiento de la ballena gris, y mejorar la calidad de vida de los habitantes de dicha área de conservación.

Para Everardo Mariano Meléndez, director de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, el camino ha sido de aprendizaje entre el personal de la reserva y los prestadores de servicios turísticos. Hubo que avanzar en nuevas reglas y la aplicación de las mismas, pero siempre con respeto de ambas partes. Al final del día se crearon normas y criterios para la conservación de la biodiversidad con controles estrictos, y los pescadores entendieron que si atienden los procedimientos se conservará el recurso. «Ellos son nuestros propios ojos dentro de la reserva» y la conanp es un enlace con organizaciones que aterrizan proyectos específicos dentro de la reserva; razón por la cual están capacitados para darles seguimiento.

Para Abel Morán Castro, secretario del comisariado ejidal del ejido Benito Juárez en el municipio de Mulegé, las reglas son fáciles de seguir y garantizan que la ballena continúe visitándolos. Además, le da gusto que los niños de la comunidad se involucren en la conservación: «Las nuevas generaciones seguramente van a hacer un mejor trabajo que nosotros».

Javier Reyes León trabaja en el Departamento de Subsidios para la Conservación, donde se financian proyectos productivos para los habitantes del área que beneficien la biodiversidad, de tal manera que la comunidad obtenga ingresos al utilizar los recursos. En el caso del avistamiento de ballenas trabajan para que no se depreden la fauna y la flora, pero además apoyan servicios turísticos y de artesanías, y financian la creación de cabañas y la adquisición de equipo, todo con la finalidad de que los habitantes tengan recursos que sirvan de apoyo para la mejoría de las familias. «Si ellos tienen los recursos es difícil que pesquen o depreden algún animal que pueda desequilibrar la biodiversidad del área de ballenas.

La cultura del cuidado del medio ambiente ha sido difícil para todos los habitantes de la región y sobre todo de la reserva. Hoy en día cooperan mucho con todos los proyectos que se les plantean gracias a cursos y talleres en beneficio del medio ambiente. Las personas que los toman van a ser detonadores de conciencia dentro de su núcleo social. Es una labor ardua pero día a día ganamos terreno en biodiversidad”.

“Soy Lorena Ventura Flores y trabajo en la dependencia federal de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno. Mantener la actividad sustentable es un reto constante, aprovechamos la fauna del lugar de una manera inteligente, los mismos pescadores se han puesto tiempos de veda y cuotas para no afectar cuando venga la ballena, de tal modo que siempre se tienen recursos en beneficio de las familias; tan es así que hay pueblos donde se están ofreciendo cabañas y hospedaje al turista, existen lugares bien adecuados para acampar, con todos sus servicios, de esta manera están creciendo como comunidad y obteniendo un valor agregado a su trabajo de conservación de la biodiversidad, dando trabajo indirecto a otras familias del lugar”.

“Mi nombre es Jorge Cachú, soy prestador de servicio turístico. Llevo al turista al avistamiento de la ballena de enero a marzo en la Laguna Ojo de Liebre. Aunque también llega a la laguna San Ignacio, aquí es donde se procrea y se aparea. Hasta aquí llegan los turistas nacionales y extranjeros para ver a nuestras ballenas “mexicanas”, y digo “mexicanas” porque aquí es donde nacen, en nuestro territorio. Para que estas regresen respetamos reglas y el programa de manejo para la reserva.

Antes en las lagunas se realizaba todo tipo de actividad pesquera y no importaba si llegaba la ballena. Al entrar la Norma 133 cambiaron las actividades de obtención de recursos dentro de la reserva, para ello se bajaron diversos proyectos por parte de la semarnat, los cuales ayudaron a tener una estabilidad económica mientras entendíamos las nuevas reglas en el avistamiento de la ballena gris. Afortunadamente llegaron los cursos de manejo del turismo y actualmente son seis las cooperativas que están funcionando con diez lanchas cada una de ellas, de tal manera que se han beneficiado de esta actividad para su manutención.

Actualmente estamos diversificando nuestra productividad. Cultivamos dátil y ofrecemos diversos servicios de ecoturismo dentro de la laguna, actividades independientemente del avistamiento de ballenas para poder tener más ingresos fuera de la temporada de la ballena después de marzo.

Aún falta mucho por hacer dentro de las comunidades, para lo cual se necesitan más recursos; necesitamos personal pues estamos en la reserva más grande de Latinoamérica, con más de dos millones y medio de hectáreas y somos pocas personas que la atendemos, pero hemos dado pasos firmes para tener un futuro mejor para las ballenas y para nuestra comunidad.”

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