[Redacción]
El manejo de los personajes es extraordinario, los mantiene fieles a sí mismos pero con una cierta evolución, como Marlin que sigue queriendo una vida tranquila y predecible, pero que ahora se pone en acción cuando es necesario
Ciudad de México.- “Buscando a Dory” es un ejemplo de lo que es una buena cinta familiar de la que todos salen divertidos sin necesidad de albures.
Y es que pasó un año desde la aventura en que Marlin y Dory encontraron a Nemo, todos viven juntos y en paz, o todo lo pacífica que puede ser la vida con una hiperactiva pececita desmemoriada.
Sin embargo las circunstancias llevan a que Dory recuerde como se vió separada de sus padres desde chica y emprende otro viaje a través del océano para buscarlos, ayudada por Marlin y Nemo.
El libreto del director Andrew Stanton y Victoria Strouse es un ejemplo de cómo una historia sencilla puede ser bien llevada sin caer en la estupidez o recurrir a rellenos. Dinamizan la historia con flashbacks para contar la vida de Dory antes de conocer a Marlin y Nemo, pero no dan toda la información de golpe y mantienen el interés.
Stanton mantiene un ritmo vertiginoso desde el inicio del filme y no deja que caiga nunca. Sabe equilibrar las imágenes para que sean siempre sorpresivas y las escenas para que se entienda su objetivo e hilen entre sí pero sin ser demasiado obvio, aderezan todo con humor para dejar un gran sabor de boca.
El manejo de los personajes es extraordinario, los mantiene fieles a sí mismos pero con una cierta evolución, como Marlin que sigue queriendo una vida tranquila y predecible, pero que ahora se pone en acción cuando es necesario.
Dory sigue siendo la caótica olvidadiza inocente de la primera cinta y la inclusión de Hank, un gruñón pulpo, le da un buen impulso al filme, sin robar cámara. Nemo tiene poca participación tiene pero está presente cuando es necesario.
Cabe destacar que el filme es un delirio con una extraordinaria animación digital, sólo superada por la del corto de entrada “Piper”.