[Redacción]
* En el Primer Informe de Actividades 2013-2014 la rectora de la UV, les pido que aprendan a ver lo invisible en nuestra alma mater, a reconocer que la Universidad Veracruzana es un espacio de innovación con rostro y corazón humanos. Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz
Xalapa, Veracruz.- La Rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón de Guevara, presento al Honorable Consejo Universitario General el Primer Informe Anual de Actividades de la administración que me honro en encabezar, donde el informe sintetiza los logros más importantes de la comunidad universitaria durante el periodo que va de septiembre de 2013 a agosto de 2014, así como el estado que guarda nuestra casa de estudios
Y es que con la finalidad de dar cumplimiento al Artículo 38, Fracción V, de la Ley Orgánica que nos rige, informo que hace un año, al tomar protesta como Rectora, reconocí la importancia y el significado de dirigir una comunidad rica y diversa en pensamiento, a la que invité a trabajar en armonía y en equipo.
De igual forma, más que ofrecer, pedí a la comunidad universitaria y me comprometí a aportar “esfuerzos continuos, eficacia, calidad en cada una de las tareas, compromiso con los jóvenes que se integran a la institución, resguardo de los valores patrimoniales, del territorio que los aloja y de la cultura que los identifica”.
La rectora de la UV, afirmo: “Recibimos una institución con fortalezas y perspectivas de crecimiento, pero también con retos, con problemas, con serias restricciones financieras y, sobre todo, con grandes desafíos”.
A un año de labor y con la suma de esfuerzos de todos los universitarios, daré cuenta de las acciones más relevantes que en materia de docencia, investigación, vinculación y difusión de la cultura se realizaron desde las entidades académicas, así como de los resultados de la gestión de las instancias de apoyo.
Ladrón de Guevara, manifestó que considero oportuno invitarlos a hacer un ejercicio de análisis en el que reconozcamos aciertos y, de manera autocrítica, identifiquemos insuficiencias y limitaciones, para así contar con una ponderación más objetiva que nos permita dar cauce a la marcha institucional y, sobre todo, ofrecer respuestas a las múltiples demandas que nos exige el buen desarrollo de nuestra institución.
Afirmo que es necesario seguir fortaleciendo el trabajo en equipo, con la diversidad de pensamiento y de visiones, pero todos con un mismo objetivo: la calidad universitaria como eje central de la administración y del fortalecimiento de la función social universitaria.
Dijo que aspira, al igual que muchos universitarios, a una institución menos centralizada y menos burocrática, más transparente y más eficaz en el manejo de sus recursos; más internacional en sus métodos e intercambios, más atenta a las necesidades locales; más académica y más vinculada con la sociedad, al mismo tiempo que decididamente autónoma en su gobierno interno y en sus decisiones académicas.
Mensaje de la rectora
Un año ha pasado desde que comenzó la actual adminstración universitaria. Hace un año dejé algo bien claro: “hoy les vengo más a pedir que a ofrecer”. Eso lo dije el 2 de septiembre del año pasado. Un año más tarde sigo afirmando lo mismo, pero hay una diferencia: quizás hace doce meses venía a ofrecer mi disposición firme para dirigir nuestra Universidad, y mi palabra era cuanto tenía; ahora, como he intentado plasmar en este informe, traigo lo que la comunidad, toda la comunidad, ha construido de manera enérgica y comprometida confiando en mis manos cuanto le he ido pidiendo. Por eso insisto en hablar en plural.
No hemos caído en la tentación de romper con el pasado inmediato, de apropiarnos egoistamente de lo mejor del imaginario de “la tradición” ni de abrirnos ciegamente a “lo innovador” como quien cae en el sueño pseudo-revolucionario del “borrón y cuenta nueva” o en el mesianismo de creerse el poseedor de la nueva verdad. Necesitamos saber quiénes somos para saber hacia dónde vamos, necesitamos conocer nuestra biografía —70 años de Universidad Veracruzana— para reconocer qué cambia y qué queda, para no perdernos en el laberinto de las seducciones de las modas, sino para optar con paso firme por la senda de la innovación que queremos construir. Es una responsabilidad que mira al pasado para entrar sin violencia en el futuro, es la responsablidad que exige una consciente y viva autonomía universitaria.
Sin duda esto nos obliga a fijarnos en lo visible, y por ahí hemos comenzado. Me presento a este informe con las manos llenas porque son muchos los logros, los resultados que hemos obtenido. Con orgullo debemos reivindicar los éxitos de los que se ha ido dando cuenta en los minutos anteriores. Con alegría —nunca con autocomplacencia—, podemos constatar el fortalecimiento de nuestra casa de estudios en todas sus actividades, su adecuada (en ocasiones excelente) capacidad de adaptarse y dar respuesta a los retos que supone nuestro presente, su tesón por mejorar con responsablidad y eficacia en cuantos apartados se la pueda medir. Incluso, y me resulta muy grato decirlo, han sido numerosos los casos en los que hemos rebasado las expectativas.
Sin embargo, y aunque no se trata de hacer revoluciones, sí ha habido acciones que realizar de manera expedita y sin titubeos. Así, se ha vuelto a dar el peso que debe tener la difusión cultural, tarea que ahora mismo se asume desde una Dirección General. De este modo, de visualizarse como una labor adjetiva del área de Artes, ha pasado a recobrar el carácter sustantivo de compromiso nuclear de la Universidad Veracruzana; además, este cambio viene acompañado de la inclusión de la comunicación de la ciencia como una de sus labores inherentes, pues somos conscientes de que una de las reivindicaciones más sólidas de una concepción humanística de la educación es la de no separar artificialmente la “ciencia” de la “cultura”.
Del mismo modo, era y es urgente dotar a nuestra comunidad de una infraestructura en salud eficiente y de calidad, lo que se cristaliza en la Unidad de Servicios de la Salud; y resultaba necesario reorientar nuestra perspectiva de la interculturalidad, lo que se expresa en la nueva Universidad Veracruzana Intercultural, que cierra un círculo virtuoso de diálogo de saberes y culturas, incorporando el contexto urbano.
Del mismo modo también, y cierro con este último ejemplo, debíamos revisar, evaluar, redimensionar y seguramente rediseñar el Área de Formación Básica General, y ya lo estamos haciendo, sin temor alguno ante los pasos que tengamos que dar para renovar su función en nuestro modelo educativo.
Todo ello nos lleva —decía hace un momento— a fijarnos en lo visible, pero con mirada crítica, de manera que lo visible no se torne un espejismo o una realidad desdibujada. Nuestro primer año ha supuesto, entre otras cosas, un esfuerzo de creatividad para repensar la Universidad Veracruzana desde un giro copernicano: cualquier universidad, pero muy especialmente la Veracruzana, es un espacio de generación de conocimiento con pertinencia social, en un contexto de discusión libre de ideas. Ese “universo” se puede cartografiar de muchas maneras, y actualmente el mapa global de la educación superior se construye desde ciertos “indicadores”, de modo que a partir del cumplimiento de esos indicadores podemos inferir cómo se encuentra cada Universidad. A nosotros no nos va mal, pues en ese mapa global la Universidad Veracruzana está en una buena posición en los rankings nacionales; pero esto no nos satisface, y hasta puede que el mapa, sin ser falso, esté distorsionado.
De la misma manera que el mapa ptolomeico de los cielos exigía pensar en la tierra como centro, en un universo perfecto y esférico, en el que lo que se salía de esas reglas era invisible, el mapa global de la educación superior nos exige aceptar centros y periferias, pertinencia de las investigaciones según un cierto modo de medición de impacto, calidad según una cierta relación costo-producción, en el que el compromiso con la comunidad, la difusión de la cultura o el servicio social son invisibles. Copérnico se preguntó cómo entender el movimiento del universo cambiando el centro desde la tierra al sol. En la Universidad Veracruzana nos preguntamos cómo entender la ubicación de las instituciones de educación superior cambiando el centro de los indicadores a la pertinencia y el compromiso social; en ambos casos, podemos decir que el resultado es constatar que —como expresó Galileo— cosas maravillosas se presentaron ante nuestros ojos: los indicadores siguen siendo importantes (y los vamos a seguir cumpliendo), pero contextualizados.
El giro copernicano de tradición con innovación nos lleva a hacer visible, y enfatizaría en el sentido de políticamente visible, lo invisible: el género, la interculturalidad, la inclusividad, la responsabilidad social o la sustentablidad. Siempre han estado ahí esos elementos, pero mirar la educación superior de manera acrítica puede suponer querer “estar en el mapa” sacrificándolos. No debemos caer en esa irresponsablidad.
Esta admistración está aprendiendo a ver (políticamente) lo invisible. Quiere pasar de la anécdota de contar con la primera mujer rectora de la institución a contar con una perspectiva de género, a impulsar a sus investigadores con sensibilidad ambiental, a promover a sus artistas desde una conciencia social; quiere, en última instancia, pasar de verse como una institución que gestiona estudiantes para titular profesionales a establecerse como un espacio de formación de los ciudadanos que un Veracruz plural y abierto al mundo exige.
Nuestros estudiantes dan sentido a nuestro pasado, a nuestro presente, a nuestro futuro. Setenta años de Universidad Veracruzana son siete décadas de egresados, centenares, miles de vidas transformadas en unos pocos años en su alma mater, sin olvidar el efecto multiplicador de esos miles de egresados en la sociedad, en sus familias, sus compañeros de trabajo, sus correligionarios, sus amigos… ¡menudo patrimonio! Estamos acostumbrados a ver el patrimonio en nuestros edificios —Museo, Rectoría, Unidades de Servicios Bibliotecarios y de Información, la misma Tlaqná en la que ahora nos encontramos—, pero no en la sociedad que modestamente hemos ayudado a construir a lo largo de casi tres cuartos de siglo. Por cierto, para el mapa global de la educación superior los egresados son indicadores de empleabilidad, de “éxito”, de impacto en la economía; para nosotros también, pero además, y muy especialmente, son nuestros intelectuales, nuestros artistas, nuestros tecnólogos y nuestros humanistas, y por lo tanto nuestro patrimonio.
A eso nos remite la tradición con innovación: a una visión crítica, renovada y evolutiva de nuestra alma mater, nuestra madre intelectual. Porque la Universidad Veracruzana nos ha nutrido, como sociedad, durante las últimas cinco generaciones, y tenemos que saber no sólo que nos nutre, sino también cómo nutrirnos de ella: un exceso de tradición puede conducirnos a la melancolía, a una mirada triste al pasado que ya nunca seremos y en el que inconscientemente depositamos todas las virtudes; un exceso de innovación puede llevarnos a un burdo activismo sin horizonte ni identidad. Nuestro giro copernicano nos ha de permitir entender la innovación desde la complexión del pasado y el futuro a partir de una identidad que nos nutre. De modo que, en tanto que Universidad, no nos quedemos ni anoréxicos ni vigoréxicos, desórdenes en los que podemos caer si nos dejamos seducir por la idea de que la Universidad sirve para “otorgar un título”. En efecto, la Universidad Veracruzana otorga títulos, pero además y sobre todo, otorga formación disciplinaria, humanista y ética. De ahí nuestra propuesta (que no apuesta): responder a la necesidad social de ampliar la cobertura y la oferta de la educación superior. Pero el compromiso con nuestra sociedad no se queda en cuántos lugares se ofrecen y a cuántos jóvenes atendemos, sino en la manera en como somos agentes de cambio en nuestro entorno.
Juan Pérez, campesino, se levanta todos los días al alba para comenzar una dura y quizás incierta jornada laboral; junto a su esposa Ixchel, que se levantó mucho antes para preparar el desayuno y atender los pendientes, va a trabajar para ganar un sueldo minúsculo. Ixchel y Juan están dejando un peso de su vida, quizás sin saberlo, para mantener la Universidad Veracruzana, y ante ellos tenemos que responder. No sólo ante una contraloría, un auditor, un evaluador, un gobernante; fundamentalmente ante ellos.
Lo vemos, nuevamente, si aplicamos innovadoramente un giro copernicano, en este caso a lo que llamamos responsablidad social. La Universidad Veracruzana es socialmente responsable ante cada peso que Ixchel y Juan nos están brindando. Por eso sabemos que aunque Veracruz pasa por problemas, por malos momentos, tanto el gobierno federal como —sobre todo, señor Gobernador— el estatal, conscientes de su compromiso, seguirán haciendo un esfuerzo generoso, responsable y con altura de miras para que podamos responder sin titubeos a esta responsabilidad que estamos renovando ante todas y todos los veracruzanos.
La Universidad Veracruzana no va a otorgar, repito, a sus egresados, sólo un título profesional. Además tiene la responsabilidad de que entre las competencias de éstos se encuentren una formación sólida, ética y humanista para la ciudadanía. No aparece en el curriculum (otra de las muchas cosas invisibles), pero aspiramos a que cuando un egresado nuestro sea candidato a un puesto de trabajo, se dé por supuesto su ética como parte de lo que le nutrió su alma mater. Altura de miras, altura ética para construir una sociedad más justa, eso es lo que la ciudadanía veracruzana busca y ve en su más importante casa de estudios, y ese debe ser el valor agregado del modelo de la Universidad Veracruzana, visible en nuestros egresados.
Pero la ética no es abstracta. Buscamos la construcción de una sociedad más justa, y de acuerdo con la ley. Podemos ser aliados en la discusión para la mejora de las leyes o en la construcción de leyes nuevas,… pero reivindicamos siempre el imperio de la ley, no sólo “fuera”, sino también —y muy especialmente— “dentro” de nuestra Universidad. Por ese motivo, y de la misma manera como nos negamos a que prevalezcan usos y constumbres para justificar el machismo o la violencia contra las mujeres, nos negamos a aceptarlos para justificar plazas indebidamente otorgadas, manejo no transparente de recursos o incumplimiento de los horarios de las actividades académicas. Dialoguemos, discutamos, pero sin discrecionalidad. Quiero dejar claro que, en este sentido, desde esta administración está la puerta abierta al SETSUV y a la FESAPAUV: una institución de educación superior responsable y con vocación humanista no predica la visión igualitaria para “afuera”, la practica primero “dentro”: la dignidad no es patrimonio de académicos y de estudiantes, hasta el más humilde de los integrantes de nuestra comunidad tiene un papel fundamental… Todas las voces son escuchadas, pero sin quebrantar la legalidad.
Termino mi participación condensando muy brevemente lo que todos ustedes, toda la comunidad de la Universidad Veracruzana, han construido en este último año, su septuagésimo de existencia: hemos obtenido logros, y a la vista están en las imágenes, gráficas y numeralia del informe.
Les pido, sin embargo, más, no por avaricia, sino por ambición constructiva. Pido que incrementemos nuestro compromiso, pido que seamos más eficientes, más críticos, mucho más creativos, pido que no cejen en el entusiasmo. Piensen que son algunos de nuestros jóvenes deportistas, artistas o investigadores que no saben cansarse, que llevan su autoexigencia al extremo porque saben que pueden ganar unas décimas, ejecutar con más virtuosismo una pieza musical, continuar con una serie extenuante de experimentos, porque el esfuerzo les llevará a una excelencia profesional y ética que ellos mismos y su sociedad se merecen.
Les pido que aprendan a ver lo invisible en nuestra alma mater, a reconocer que la Universidad Veracruzana es un espacio de innovación con rostro y corazón humanos. Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz.
Muchas gracias.